La historia de los trillizos.
Va a hacer ahora cuatro años, a mediados de diciembre de 2.009, estando yo de baja laboral, convaleciente de una importante operación quirúrgica y un largo y fuerte tratamiento, cuando se presenta Ella, que volvía a casa de su trabajo, al mediodía, diciendo a voz en grito, " ¡Me vas a matar, me vas a matar!". Yo me podía esperar cualquier cosa de Ella, pero en esta ocasión se había superado. En una caja de plástico, un "taper" de los chinos, cubiertos por una prenda de punto grueso de color blanco, me enseña EL REGALITO: ¡CINCO CACHORROS DE UN DÍA DE EDAD COMO MUCHO! Los encontró abandonados al pie de unos contenedores de basura. El destino hizo que no tirase la basura al ir al trabajo y lo hiciera al volver. ¿Qué íbamos a hacer? Nos miramos, cómplices, y ... ¡HABRÁ QUE CRIARLOS!
Estaban helados, hacía un día gélido y nosotros nos teníamos que marchar en una hora a la consulta del oncólogo (tocaba revisión). Así que, lo primero era hacerlos entrar en calor. Rápidamente, buscamos una caja de cartón, pusimos dentro, a los lados, dos botellas con agua caliente envueltas en paños secos y, cubiertos con una mantita de lana, los cachorros que, hasta ese momento gemían incansablemente, se callaron y se durmieron. En cuanto saliéramos de la consulta del médico, buscaríamos leche maternizada y, si habían sobrevivido a la espera, les daríamos su primer biberón. Y se lo tomaron. Esa noche era crucial. Uno, una, no sobrevivió. Pero los otros cuatro sí.
Había que criarlos hasta los dos meses, aproximadamente, desparasitarlos, vacunarlos, socializarlos y ponerlos guapos para colocarlos en adopción en Internet a través de una asociación protectora de animales.
Y comían, y crecían, y comían, y crecían, ... y había que hacer que expulsaran los gasecitos y los pipís y las cacas que, al principio, había que estimularles los correspondientes orificios como hubiera hecho su madre lamiéndolos (no, nosotros con los dedos).
Y entonces fue cuando cometimos el gran error. LES PUSIMOS NOMBRE: TAIGA, TUNDRA, PIGUORD Y PIFFI. Ya nos habían advertido de que no lo hiciéramos, pero lo hicimos, y ya pasaron a formar parte de nuestra familia y se quedaron, menos Piffi, que lo adoptó Emilio, buen hombre y vecino. Hubieran terminado en Holanda o Alemania, y hubieran estado muy bien atendidos, pero ¿qué queréis que os diga?, en El Terrao están mucho mejor, no hay color.
La verdad es que se convirtieron en la alegría de la casa (a veces, pocas, en la pesadilla). A mí, personalmente, me dieron mucho, pues cuidarlos, cuando eran pequeñitos, y educarlos cuando iban creciendo, con la ayuda de Trufo, me mantuvieron ocupado y con la cabeza despejada durante mi recuperación. Su compañía fue fundamental.
Si Mª Ángeles no se hubiera parado a tirar basura, no habríamos sabido nada de ellos, quizá, casi seguro, no habrían sobrevivido. Hay gente que comete estas barbaridades, existen otras formas, sin sufrimiento. A lo mejor, esterilizando a nuestros animales evitaríamos embarazos no deseados ¿no? Los nuestros, todos, lo están. Hasta Bolita, la gata.
Actualmente son tres perritos adorables, muy buenos compañeros. Cada uno tiene una forma de ser diferente, con un carácter muy marcado.
Taiga, a la que llamamos Chiqui por razones evidentes, es la guardiana de El Terrao. Tiene corazón de Pastor Alemán, siempre vigilando la entrada y avisando cuando pasa alguien u ocurre algo. Eso sí, en un cuerpo de Yorkshire.
Piguord es "don tranquilo", bonachón y amigo de todo el mundo. Su apariencia de Téckel es sólo eso, apariencia. Es mimoso y obediente, un encanto.
Tundra es la princesita del grupo. Es muy cariñosa y llega a ser pesada con sus arrumacos. A veces, casi siempre, se muestra independiente del grupo y desaparece de nuestra vista. Pero, cuando la llamas, viene a la carrera y se tira panza arriba para que la acaricies y le rasques.
El pelo de estos tres enanos necesita cuidados especiales pues viven en el campo. Cortárselo una vez, o dos, al año es muy caro si lo hace un profesional, así que compramos una máquina y los pelamos nosotros mismos. La amortizamos en una temporada. No quedan de exposición, pero les vale.
Ahora, junto con Chencho, Bolo y Trufo, los estamos adiestrando para que formen una manada equilibrada, tranquila y sumisa, pues hay ciertos desajustes en la convivencia, sobre todo teniendo en cuenta que hay que introducir a un nuevo compañero, Tristán, que llegó a finales de agosto. Pero eso ... es otra historia.
Estas Navidades, no regaléis cachorritos, no son objetos que, cuando te cansas de ellos los tires o los abandones en un cajón, son seres vivos. Cuando deseéis de verdad haceros con un perro, no los compréis pues fomentaréis la cría descontrolada, salvo honrosas excepciones, en condiciones lamentables. Mejor pasaos por una perrera o contactad con una asociación protectora, os asombraréis de los perros que podréis adoptar. Luego, en cuanto sea posible, esterilizadlos, os lo agradecerán y serán, al igual que vosotros, mucho más felices y tranquilos.